
Don Benedicto Rodríguez Nieto, nació en Cajabamba, departamento de Cajamarca, en 1932. A los 18 años vino a Lima a cumplir su servicio militar obligatorio en la FAP y allí aprendió electricidad.
Poco después, en 1954, ganó un concurso organizado por la Compañía Salame – Córdova para aprender a reparar radiolas, muy de moda en Lima desde inicios de los años 50. Esta era una compañía que importaba electrodomésticos y radiolas de la marca “Rockola”. Rodríguez descubrió tener una habilidad innata para entender y reparar estos aparatos mecánico-eléctricos que sonaban especialmente en los bares y restaurantes. Aprendió al revés y al derecho todos los mecanismos y un año mas tarde, ya estaba contratado por la Casa Importadora Perú, que importaba solo radiolas de la marca Wurlitzer, como operario de mantenimiento y reparaciones. Esta empresa, cuyo dueño fue el conocido tablista y playbloy limeño Carlos Dogni Larco, logró introducir y difundir estos inolvidables aparatos musicales casi por todo el país, haciéndolas muy populares y requeridas, durante los 50s y 60s. Durante esos años, que limeño no gastó 50 centavos o un sol para tocar una o dos canciones en una “rocola”, nombre con el que estas radiolas se generalizaron en la memoria colectiva.
Importadora Perú tuvo su local en la avenida Colonial, y todo iba viento en popa, hasta que un gobierno de turno, finalizando los 60s, declaró a las rocolas “artículos suntuarios” y prohibió su importación, como nos comenta don Benedicto. De allí para adelante, el negocio giró principalmente en la reparación y el mantenimiento, pero no desapareció. Las “rocolas” sortearon los setenta a todo volumen.
Don Benedicto se hizo operario independiente y visitaba a sus queridas máquinas en alguna casa, restauran o bar, de vez en cuando. Se dedicó exclusivamente a las rocolas y conocía al dedillo casi todas las existentes en Lima y muchas otras del interior del país.
Para la década del ochenta, la apertura de importaciones trajo artefactos de última tecnología, los modernos equipos de música, mas pequeños y potentes, las radios con casetera y luego los “walkman”, terminaron por pasar al baúl de los recuerdos a las rockolas y las radiolas. Lo mismo les pasó a los televisores blanco y negro con puertas, cuatro patas y antena de conejo y lo mismo a las cocinas eléctricas, que dejaron su puesto a las cocinas a gas. Pero esa es otra historia.
Don Benedicto pasó los años de la mano de sus rocolas. Muchas se quedaron en el camino, exhaustas, destartaladas, o simplemente incompletas, muriendo de pie, por que sus dueños ya tenían “algo mas moderno”. Las que sobrevivieron a los 80s se volvieron rocolas de colección y alguno que otro establecimiento como el Norbert bar en Barranco o el Curich en Miraflores, las exhibía como joyas más que como artículo utilitario.Hoy don Bendicto tiene 78 años, vive en Surco, en un terreno que compró con lo que ganó con las rocolas. Atrás deja los recuerdos, de la “centenial”, de los viajes a provincias, de los tristes parroquianos libando al son de un bolero, de la “2800” ensamblada en el Perú, en fin, son muchísimos recuerdos, como líneas de un “long play”.
N. Hidalgo

Don Benedicto Rodríguez, con las rocolas marca "Wurlitzer" del Museo de la Electricidad"
Fotos: Neydo Hidalgo